Tomar el vermut
lifestyle

¿Cómo surge esta tradición tan nuestra de «tomar el vermut»?

Una de las frases que más fácilmente puedes oír en España, sobre todo los fines de semana, es esa que dice “vamos a tomar el vermut”. 

Y aunque muchas veces este gesto no suponga literalmente tomar un vermut (ya que el vaso puede contener vermut, pero también vino, cerveza, sidra, agua o un refresco), a lo que realmente hace referencia esta expresión es a un verdadero ritual social que, desde hace unos años, ha resurgido y cada vez cuenta con más adeptos.

Hablar del “tomar el vermut” es hablar de ese encuentro que tiene lugar antes de la comida y que consiste en disfrutar de tomar algo en bares y terrazas, muchas veces acompañándolo de tapas ligeras. En el fondo, es una excusa para salir, socializar, relajarse y disfrutar de un momento en compañía de familiares y amigos. Y, aunque antes era un ritual muy propio de “gente mayor”, desde hace unos años, cada vez más jóvenes se apuntan a esta moda, cambiando la salida nocturna por un “mediodía de vermuteo”.

Pero, ¿cómo surge esta tradición? ¿Es solo propia de España o se extiende a otros países, al menos, los mediterráneos? Pues hoy indagamos un poco en la historia de “tomar el vermut”.

¿Cómo surge la costumbre de tomar el vermut en España?

El vermú, vermut o vermouth —del alemán Wermut, “ajenjo”— es un vino aromatizado con hierbas y especias cuya fórmula más difundida se atribuye al farmacéutico Antonio Benedetto Carpano en Turín, en 1786 (cuántas tradiciones relacionadas con la gastronomía hemos adquirido de Italia). Rápidamente, la bebida se popularizó en el norte de Italia y en Francia, donde se desarrollaron diferentes estilos, principalmente el vermut rojo (dulce) y el vermut blanco (más seco).

En España, donde siempre nos ha gustado importar aquello que consideramos más cool de los países vecinos, la costumbre de tomar esta bebida no tardaría en llegar y, a finales del siglo XIX, ya estaba totalmente extendida. Y lo hizo coincidiendo con la apertura de numerosos cafés y casas de aperitivos que empezaron a importar y, poco después, a elaborar sus propios vermús. Barcelona y Reus se convirtieron en grandes centros productores, mientras que Madrid vio crecer tabernas en las que la bebida se servía directamente “de grifo”, al igual que la cerveza. 

El auge del vermut (bebida) coincidió con la consolidación de tomar un aperitivo antes de la comida, generalmente al mediodía de los domingos. Y de esa casualidad (que la llegada de la fabricación del vermú en España coincidiera con la costumbre de tomar el aperitivo los domingos) dio lugar a la famosa “hora del vermú”, ahora extensible a cualquier día de la semana aunque siga siendo algo más propio de los sábados y domingos

Tomar el vermut se consolidó como ese ritual social que supone un momento de transición entre la mañana y la comida familiar, pensado para abrir el apetito, charlar y compartir bebidas y algo de tapeo. Medio siglo después, la costumbre estaba tan extendida y consolidada que, a pesar de la irrupción de la cerveza y los refrescos o del consumo de vino, la expresión “salir a tomar el vermut” se consolidó como sinónimo de socializar en el aperitivo.

¿Es una costumbre exclusivamente española?

Aunque en España tomar el vermut ha adquirido un carácter propio, la costumbre no es exclusiva de nuestro país. 

> En Italia, el “aperitivo” es una auténtica institución que se vive con especial fuerza en ciudades como Milán o Turín. Allí, ocurre lo mismo ya que, aunque muchas personas toman vermut, esta bebida también convive con otros cócteles clásicos que se toman a esta hora como el Negroni o el Spritz, siempre acompañado de pequeños bocados salados.

> En Francia, especialmente en Marsella y Lyon, también existe la cultura del aperitivo como tradición social y también pasa como en España o Italia: el vermut comparte protagonismo con otras bebidas como el pastís o con el vino blanco. 

> Otros países mediterráneos, como Grecia o Portugal, poseen rituales similares en torno al acto de “abrir el apetito” antes de la comida. 

Sin embargo, lo que hace singular a España es la fuerza con la que la expresión “tomar el vermú” ha calado en el lenguaje popular, hasta el punto de que hace más referencia al ritual en sí que a la bebida, que como decíamos muchas veces ni siquiera es vermut sino vino, cerveza o sidra. De hecho, en ciudades como Madrid, León, Zaragoza, Valencia o Bilbao, “salir al vermut” es tanto una costumbre de domingo como un símbolo de pertenencia a una forma de vida relajada y festiva. 

Un ritual que perdura y crece

Además, en la última década, el vermut (la bebida, no el ritual) ha experimentado un resurgir gracias a nuevas marcas artesanas, festivales temáticos y una reivindicación de lo vintage, que han devuelto al vermut un papel protagonista en la hostelería. El vermut es, en esencia, un vino macerado con hierbas aromáticas, especias y, tradicionalmente, ajenjo. Puede ser rojo, blanco o rosado, seco o dulce, y suele servirse frío, acompañado de una rodaja de naranja o limón y, en ocasiones, con una aceituna.

Lo que nunca falta es el acompañamiento gastronómico: aceitunas, gildas, patatas fritas, mejillones, anchoas, embutidos… o cualquier tapa sencilla que complemente la bebida y favorezca la conversación.

Lejos de ser una moda pasajera, el “tomar el vermut” se ha convertido en un patrimonio cultural y social de España. Es una práctica que refuerza la vida de barrio, la relación con las tabernas de siempre y el valor de reunirse sin prisas. Aunque la bebida que dé nombre a la tradición comparta protagonismo con otras opciones, el vermut sigue siendo el símbolo de ese instante de pausa y disfrute que une generaciones.

En definitiva, salir a tomar el vermut no es solo un acto de beber: es participar de una costumbre con más de un siglo de historia, que hunde sus raíces en la cultura mediterránea y que, todavía hoy, sigue marcando el compás de la vida social en España.