El Marketing del Queso
¿Qué hace que asociemos Suiza con los quesos? Y que los menos expertos, ¿cuando vemos un queso azul pensemos simplemente que es un Roquefort, sin contemplar la posibilidad de que sea un Gorgonzola, un Stilton o Cabrales?
Lo hace, seguramente, el mismo que asocia Asturias con la buena cocina, o (sic) Barcelona con los toros y la sevillanas -de cara a los guiris, quiero decir-. Sí, me refiero al marketing. El poder del marketing es tan fuerte que de la misma manera que convierte la última tecnología en una necesidad, y encuentra sevillanas y toros en Cataluña, también convierte todo un país en el paraíso del queso.
Y ¡eh! Que no digo que los quesos suizos no sean el buenos, ¿eh? A mi me encantan, especialmente el Appenzeller. Pero hablando de Suiza, ¿Ha pensado que quizá para comer el Tête de Moine no es obligatorio hacer flores?. ¿Que lo podemos comer en trozos, como cualquier otro queso? Pero claro, entonces no se vendería ni un girolle, y eso sí que no puede ser.
El caso del Reblochon
Atravesamos los Alpes y vamos a la Saboya, ahora. En esta región francesa hay otro ejemplo de marketing del queso con el Reblochon, un queso cremoso, que también me gusta mucho, pero que no tenía suficiente popularidad, a mediados del siglo XX.
Por ello, el consejo regulador de la Denominación de Origen convocó un concurso para convertirlo en el ingrediente principal de alguna receta. Y ¿sabe que plato ganó? Pues la tartiflette.
Lo que parece el plato más tradicional de la Saboya, no tiene ni un siglo de antigüedad. Es un plato de invierno (como corresponde a la zona montañosa de los Alpes) que se presenta en una cazuela de hierro Colado y que consiste en patatas cortadas en láminas, trozos de tocino, cebolla, pimienta, aceite, sal y … Reblochon . Todo ello se pone el horno y sobra decir que el resultado es bien bueno.
En los restaurantes de la Saboya puede encontrarlo en casi todas las cartas. Algunos se ponen creativos; pero la receta, básicamente, es la misma. La acompañan con ensalada y ya tiene un plato único resultado de una operación de marketing que no sólo ha salvado el Reblochon sino que ha creado un plato ‘tradicional’ de menos de un siglo de antigüedad. ¡Buen provecho!