Un tubo dulce y crujiente
En el este de Europa de dulces saben mucho. Si en la primera entrada de este blog os hablaba de la Kremna Rezina que hacen el pequeño pueblo de Bled, en Eslovenia, hoy os quiero hablar de una pasta en forma de tubo originaria de Transilvania, que hoy se puede encontrar en muchos lugares de Rumania, Eslovaquia y la República Checa y que para hacerla hace falta un cilindro y un fuente de calor.
Me refiero al Trdelník, un dulce de nombre impronunciable -literalmente, intenté que me explicaran cómo se pronuncia correctamente y no fui capaz de hacerlo bien- que consiste en una masa de harina, agua, almendras y canela que se enrolla alrededor de un cilindro metálico y se cuece en fuego de gas o de carbón, dando vueltas y rebozando con azúcar, hasta que queda tostado y crujiente por fuera, pero mantiene la esponjosidad en la parte de dentro. Vea este vídeo para ver cómo se hacen:
Una vez hecho, el Trdelník se puede consumir directamente, mejor caliente, o untado con crema de chocolate y avellanas en la parte de dentro. Por lo tanto, podríamos decir que sería una versión eslava de la crepe. Y hay que decir que es un producto extremadamente popular en los países que he mencionado antes. Sin ir más lejos, en la capital de la República Checa, en Praga, encontrará puestos ambulantes y fijos donde hacen Trdelník cada pocos cientos de metros en el barrio antiguo. Y se forman colas para comprar ¡en cualquier momento del día!
La receta original del Trdelník es de Transilvania, desde donde se extendió a los países vecinos a partir del siglo XVIII. El nombre hace referencia al cilindro alrededor del cual se enrolla la masa, que originalmente era de madera y que se llama trdlo. De hecho, el primer país donde se hizo, fuera de Transilvania, fue en Eslovaquia, en el pequeño pueblo de Skalica y, precisamente, los Trdelník de esta problació, gozan de una IGP que garantiza su autenticidad.
Si tiene la oportunidad de visitar la República Checa, Eslovaquia o Rumania, no deje pasar la oportunidad de probarlo. Para desayunar o para merendar, es una manera ideal de recuperar fuerzas a mitad de la visita por la ciudad. También hay variantes en muchos otros países europeos, como Alemania, Austria, Polonia y Hungría, pero dicen que los más auténticos son los de la República Checa y Eslovaquia -cosa curiosa, teniendo en cuenta el origen rumano-. No voy a entrar en valorar cuál es el Trdelník auténtico, porque no nos pondríamos de acuerdo aunque le preguntara a 1.000 personas.
Sea como sea, hay que destacar que son realmente económicos: en Praga, cuestan unas 60 coronas cada uno (sin relleno), es decir, unos 2 euros. Pero si se aleje de las zonas más turísticas, podréis encontrar por menos de 1,5 euros. Y ¡quedaréis bien tips! También es un acompañamiento ideal para las limonadas, que en ciudades como Praga son mucho más que una mezcla de jugo de limón y agua con azúcar. En muchos lugares encontrará limonadas caseras -hechas con agua con gas, eso sí- aromatizadas con otras frutas como naranja, manzana o pera, y con un toque delicioso de menta. Una bebida que, acompañada de un Trdelník, relleno o no, entra en grande.